domingo, 13 de enero de 2013

LA HISTORIA DE ÉL CONTADA POR MÍ (con algunas imprecisiones producto de la emoción o del desconocimiento)


Cuando nació ya había una nena revoloteando por la casa, tuvo la suerte o la desgracia de ser el segundón y ya sabemos que eso suele ser una bendición para los varones que pueden apelar por siempre jamás a sus derechos de benjamines indefensos.
Su papá trabajaba en el ferrocarril (eran otras épocas) y su mamá era ama de casa (seguían siendo otras épocas), ella era católica y él ateo reconocido, fue así que en esa casa no se conocieron ni la misa, ni la primera comunión o los pecados capitales con sus culpas concomitantes.  Por ser hijo de ferroviario tuvo algunos privilegios: viajar gratis en primera clase o en camarote, hacer dedo en la vía y que el tren pare para llevarlo y algunos otros que dejaremos atados a la imaginación. Desde chico fue parecido a su papá, sobre todo físicamente, desde grande quiso seguir siendo parecido a su papá, pero no particularmente en la apariencia, sino mejor en aquello que él disfrutaba: los placeres de  la cocina y el cultivo de las amistades entre otras debilidades. De su mamá heredó el cuidado de los otros y la complicada simplicidad de ir a las cosas.
Al crecer se le dio por la natación y así anduvo recorriendo andariveles diversos con variado éxito. Su mejor cosecha de esa época sigue siendo su espalda, formada a fuerza de crols, mariposas y pulmones. En buena hora, porque así consigue espantar los malos duendes que le susurran al oído sus defectos.
En la cronología se sucedería ahora su paso por la escuela técnica y luego por la universidad, todo esto cruzado por el amor y por la tragedia de la muerte de su padre por siempre joven. El amor creo que llegó con la universidad y continuó con el volver a casa y planear el futuro. Ella era lo que él había estado buscando, mucha energía y una gran necesidad de poner palabras a cosas que él ni siquiera sabía cómo nombrar. La familia se fue armando así, como con piezas que fueron encajando, como sonidos que fueron haciendo música. La metáfora viene bien porque en su vida el disfrute estético siempre ocupó un lugar importante: había que ver, había que sentir (pero no tanto), había que oír. Es por eso que durante un tiempo hizo teatro y también algo de cine y hasta ahora –y no hay indicios de que algo vaya a cambiar- la música le mueve las entrañas, sobre todo si se trata de jazz.
Tal como vamos en la historia no resultará extraño saber que su hijo eligió el cine como ocupación y su hija la música, aunque por supuesto a estas inclinaciones también está ligada la mamá: artista plástica, restauradora de muebles antiguos, tejedora artesanal.
Mientras tanto, y por ese afán de ir a las cosas, su vida también fue trabajar y construir y planear el futuro. Así fue que, sin que él supiera muy bien por qué, con el paso del tiempo algo o quizás muchas cosas fueron cambiando y la moneda cayó por el lado de la soledad. Y fue tanto lo que la amó que aún le sorprende no compartir su vida con ella.
Así era él cuando lo conocí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario