A veces pierdo la esperanza y eso puede pasar en cualquier
estación del año, en cualquier día, en cualquier mes. En un tiempo de
estruendosa y fulgurante primavera, con cientos de colores alrededor y con un
sol que cobija y abraza y un olor a tiempo nuevo dispuesto a ser estrenado, a
veces también me invade la desesperanza. Empiezo a darle vueltas y no encuentro
la salida, el gris va invadiendo los alrededores, de a poco el frío se va
asomando como una pesada y húmeda manta que no da calor, que eriza la piel y
provoca abandono.
¿Cuáles eran los sueños que perseguía? ¿Quiénes son esos
personajes marionetas que hablan palabras de desamor, de abandono, de cada uno
con sus cosas? ¿De dónde brota tanta carencia, tanto descuido, tanta mirada
esquiva?
No lo sé, es que hay tiempos que me sorprenden, pero no
alegremente.
¿Dónde están esas palabras que antes llenaban mi boca, la
boca de otras, de otros? Mantengo mis labios abiertos sin poder pronunciarlas,
¡Ay! ¡Tanto vacío!
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