Entraron en el despacho de la
oficina de tierras de la municipalidad. Eran tres, el señor y la señora de
mediana edad y el niño de más o menos cuatro años. Todos estaban muy
abrigados porque hacía frío, ella usaba pollera larga, medias y un saco de color
marrón, él llevaba gorra y una campera azul.
En la oficina hacía un poco de
calor por la calefacción, él sacó un número y se dispusieron a esperar que los
atendieran. Dos empleadas sentadas atrás del mostrador iban llamando por
número, cuando les tocó el turno él se acercó y se sentó en una silla frente a
la empleada, ella y el niño se ubicaron parados uno a cada lado de él.
- Vengo por las medidas del lote, acá dice (le
muestra un papel)… y yo lo medí, son doce por treinta… y acá dice…
- Acá dice 432, son 432 metros el total de la
superficie, de lado a lado – mueve la mano derecha y le indica con el dedo
índice como señalando los lados de una figura geométrica
- Pero yo lo medí… son 12 por 30. Algunos lotes
miden 14, otros…
- Sí, claro, depende del lote que tomaron, algunos
tomaron con una medida, otros con otra
- Sí, pero yo lo medí son 12 por 30 y acá me están
cobrando…
- ¿Y con qué lo midió? – pregunta la empleada
- Con la cinta
- Bueno, mis compañeros no trabajan con la cinta,
las medidas son así, ellos usan instrumentos de topografía, esas son las
medidas, 432 metros cuadrados en total
Se hace una
pausa en la conversación, parece que el hombre se ha convencido, pero
nuevamente muestra el papel que tiene en la mano y dice:
- Acá dice que la titular es ella- señala a la
mujer que continúa de pie a su lado- y yo figuro como suplente…
- Bueno, aparecen los dos como titulares – dice la
empleada y mira a la mujer que continúa en silencio
- Lo que pasa es que no estamos casados –dice el
hombre- somos concubinos nomás, y el que va a pagar el lote soy yo…
- Pero usted la declaró como pareja, no importa
que no estén casados ¿tienen hijos en común? – dice mirando al niño y haciendo
gestos de aseveración
- Sí – contesta él- pero yo sé lo que tengo –mira a
la mujer- y después puede haber problemas y ella me dice andate y se queda con
todo. Así son las cosas… y el que va a pagar soy yo
La mujer
mostraba tímidamente una sonrisa desdentada sin decir ni una palabra.
La empleada
llama entonces a otra persona que parecía ser alguien que en la oficina tenía
otra autoridad
- Miriam, vení por favor. Mirá, este señor dice
que quiere que su nombre aparezca primero –le señala el papel que continúa en
manos de él
- Ah, no, yo no le voy a cambiar el orden, es lo
mismo, son cotitulares. ¿Son casados ustedes?
Y ahí él
insiste: que no, que no somos casados, concubinos nomás, que yo soy el que
paga, que yo sé lo que tengo, que el lote tiene que estar a mi nombre…
Todos en la
oficina, otras empleadas y también algunos vecinos y vecinas escuchan el
intercambio. La señora se anima a decir:
- Yo le dije- y sonríe
- Ustedes son cotitulares, el lote va a quedar a
nombre de los dos. Si usted quiere – dice Miriam dirigiéndose al señor- cuando
pague las cuotas puede pedir que le den un recibo a su nombre
- Ah, yo puedo… -dice él
- Pero el lote está a nombre de los dos –afirma
Miriam
La señora
insiste:
- Yo le dije- y sonríe
La empleada los mira y no dice
nada. Él guarda los papeles en una carpeta, se levanta de la silla y los tres
se van de la oficina. Empleadas y vecinos intercambian miradas. Miriam dice:
- Sin palabras…
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